lunes, 3 de enero de 2011

REAL MADRID 3-0 PANATHINAIKOS 04/12/2001 Copa de Europa

De RM
Zidane centra ante la oposicion de Henriksen


SEGUNDA FASE 2
Fecha: 04-12-01; Estadio: Santiago Bernabéu (Madrid)
REAL MADRID CF - PANATHINAIKOS (GRE) 3-0
Arbitro: G. Viessiere (Francia).
Goles: 1-0, m41: Iván Helguera. 2-0, m.66: Raúl.
3-0, m.72: Raúl.
REAL MADRID CF, 3;
Iker Casillas; Míchel Salgado, Hierro (Karanka, m.52), Pavón,
Roberto Carlos (Solari, m.77); Celades, Helguera; Figo, Raúl, Zidane; y
Morientes (Munitis, m.86).
PANATHINAIKOS, 0;
Nikopolidis; Seitaridis, Kirgiakos, Henriksen, Goumas, Fissas; Michaelsen (Boateng, m.46),Paulo Sousa (Karagounis, m.46), Basinas; Olisadebe y Konstainou (Vlaovic, m.70).




Raúl escribe grande la letra pequeña

El Real Madrid da un repaso al Panathinaikos, un equipo vulgar que estuvo muy por debajo de los madridistas

SANTIAGO SEGUROLA - Madrid - 05/12/2001

El Madrid aprovechó la letra pequeña de Raúl para evitarse cualquier inquietud frente al Panathinaikos, mediocre equipo que tuvo dos momentos para empatar el partido. Antes de que eso ocurriera, sufrió un calvario para contener al Madrid, de nuevo exquisito en el juego.


Esta vez no se angustió como en los últimos partidos, donde ha pagado su suficiencia y el desgaste físico. Para evitarlo apareció Raúl en su última versión, en plan cazagoles, aprovechando las pequeñas miserias que se producen en el área. En lo grande y en lo pequeño, Raúl es una garantía absoluta. Que se lo digan al Madrid de ayer.

A veces en el fútbol sólo hay que tocar una tecla para cambiar el signo de un equipo. En algún momento de esta temporada, el Madrid se ha encontrado con el hábitat adecuado para unos jugadores que parecían confundidos y angustiados en los primeros partidos. Eran los días del debate sobre Zidane, asunto que ahora resulta asombroso. Se buscaban razones para justificar los decepcionantes resultados del Madrid y su incapacidad para poner en orden los partidos. Incluso cuando jugaba bien, y eso ocurrió en casi todos los encuentros, daba una cierta impresión de fragilidad, como si no estuviera bien cosido. Y como la única novedad en el equipo era Zidane, se le atribuyó una responsabilidad que desde luego no le correspondía. Ahora está claro que Zidane es un futbolista diferente, el mejor del mundo con casi toda seguridad, uno que ofrece alternativas novedosas en cada una de sus intervenciones. Pero la tecla justa estaba en otro lado, en alguien que diera cuerpo al medio campo y permitiera brillar a Zidane en lo que prefiere: en la facilidad para asociarse por aquí y por allá, liberado de tareas defensivas, sin la obligación de estar pendiente del retrovisor. Por lo visto, el jugador que más ha colaborado al efecto expansivo del Madrid ha sido Helguera, futbolista de excelentes condiciones que necesita controlarlas para funcionar como un reloj. En eso está ahora mismo, y de repente el Madrid es un proyecto de orquesta.

Se queda en proyecto porque no logra estirar hasta el final sus buenas actuaciones. Le sucedió ante el Panathinaikos, equipo vulgar que sólo se distingue por el equilibrio de su sistema nervioso. Vaya como vaya el partido, nadie se altera. Tocan el balón con tranquilidad, en apoyos muy cortos, en cualquier lugar del campo, con poco vuelo, pero con una insistencia que genera cierta perplejidad en los rivales. Como el Madrid no puso en el primer tiempo la diferencia que mereció, le vinieron algunas complicaciones en los primeros minutos de la segunda parte, donde Casillas intervino decisivamente en dos excelentes paradas. En la primera se adelantó a Boateng, que llegaba como un tiro. En la segunda desvió un venenoso disparo de Olasidebe. Ahí, en los mano a mano, Casillas disfruta como pocos de su condición de portero. Hasta ahí llegó el Panathinaikos. Lo demás correspondió al Madrid.

Alrededor de Zidane, el Madrid jugó una estupenda primera parte. Le faltó algo de presencia en el área y la fortuna necesaria para convertir varias ocasiones. La distancia entre los dos equipos era abismal, tanto que resultaba extraña la resistencia del equipo griego. Por lo demás, Zidane era el hombre feliz que ha encontrado en el fútbol español la capacidad para expresarse que no tenía en Italia. Helguera se asociaba con él. Y Figo recuperaba lo mejor de su estilo. De nuevo surgió el jugador dinámico y persistente que se convierte en un problema para su marcador. Estaba ligero y alegre. Transmitía en cada jugada, de manera que al Madrid sólo le faltaba por definir la ubicación de Roberto Carlos, que ha perdido gas. El mejor Roberto Carlos es el que sorprende desde lejos y no el extremo izquierda que se vuelve previsible. Y de extremo jugó. Sin demasiado acierto. Probablemente tampoco atraviesa la plenitud física, con esa rodilla sospechosa.

El Madrid tardó más de la cuenta en alcanzar el gol, tras una jugada que comenzó entre silbidos porque Celades se giró y retrasó la pelota. Había cierto nerviosismo en la grada y la gente quería algo más directo. Pero Celades tuvo razón porque se la entregó a Zidane, que estaba solo en el medio campo. Desde allí cruzó un pase maravilloso que Helguera controló perfectamente en el área. Luego remató con violencia, por el primer palo. El portero se lo comió. No era mucho para el Madrid, cuyo juego fue excelente. Por eso dio que pensar el imprevisto ataque del Panathinaikos y sus dos oportunidades en el comienzo de la segunda parte. Pero no ocurrió nada. Para eso está Raúl, que ahora vive de los rechaces, de empujarla, de sacar punta a cualquier ocasión. Ya le llegará el momento de los grandes goles y todo eso, pero en estos días gana partidos con eso que siempre se ha conocido como oportunismo, algo que consiste en aprovechar lo que los demás no pueden. Y como lo hace tan a menudo, se puede hablar de cualquier cosa menos de casualidad.

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