sábado, 18 de diciembre de 2010

BORUSSIA DORTMUND 0-0 REAL MADRID 15/04/1998

De años 90
Raúl se vá de Feirsinger

SEMIFINAL (VUELTA)
Fecha: 15-4-98; Estadio: Westfalenstadion (Dortmund)
BORUSSIA DORTMUND (ALE) - REAL MADRID CF 0-0
Arbitro: Paul Durkin (Inglaterra)
Goles: -
BORUSSIA DORTMUND, 0:
Klos; Reuter, Binz, Kree (Zorc, min. 10); Feirsinger, But, Ricken
(Timm 75´), Moeller, Heinrich; Tanko (Decheiver 69´) y Chapuisat.
REAL MADRID, 0:
Illgner; Panucci, Hierro, Fernando Sanz, Roberto Carlos; Karembeu, Redondo,
Seedorf (Guti 85´), Amavisca; Raúl (Jaime 73´) y Morientes (Víctor 88´).



Una cita con su historia

El Real Madrid disputará al Juventus la final de la Liga de Campeones el 20 de mayo

SANTIAGO SEGUROLA - Dortmund - 16/04/1998

Casi dos décadas después, el Madrid regresa a la final de la Copa de Europa, la competición totem de un club que tiene una cuenta pendiente con la historia. En Dortmund actuó de forma irregular, pero siempre estuvo por arriba del Borussia, un equipo venido a menos, en un periodo sin duda declinante. El Madrid apenas se encontró con dificultades: sobrevivió al ambiente, al rival, a algunos errores propios y a la amenaza de las amonestaciones. Todos los titulares podrán disputar la final con el Juventus, encabezados por Redondo, actor principalísimo del partido frente a los alemanes.Según corresponde a su actual estado, el Madrid protagonizó el partido para lo bueno y para lo malo. No atraviesa un periodo fiable, sometido a carencias que se han hecho viejas esta temporada. Desde luego no se le tiene por un equipo engrasaso, si por tal se entiende una armonía en lo táctico y en el desarrollo de su fútbol, que en el mejor de los casos es racheado. En otros atraviesa fases depresivas que le cuesta la vida. Cuando cede el protagonismo al rival, el Madrid es vulgar y malvive en el filo de la navaja. En Dortmund interpretó todas las variaciones posibles: jugó mal, regular y, alguna vez, hasta bien. Eso sucedió cuando todos tomaron nota de lo que hizo Redondo, que estuvo superior.

El Borussia actuó con la intensidad que no manifestó en Chamartín; se benefició de la presencia de Möller, de los problemas que causó Chapuisat a Hierro y poco más. Como equipo es perfectamente olvidable, pero eso no significa mucho con los alemanes, muy capaces de ganar con lo básico. El Borussia fue lo que le permitió el Madrid, que permitió más de.lo debido en varios momentos del encuentro.

Al Madrid le costó veinte minutos producir su primer remate. Que fuera en un tiro libre, resultaba demasiado sospechoso. Sin embargo, la jugada que desembocó en aquella falta mostró la ruta a seguir. Tic, tic, la pelota fue corta y rápida de un lado a otro, entre pies madridistas, hasta el borde del área, donde a los defensores alemanes les entró un ataque de pánico. Falta y golpe franco. Lo tiró Roberto Carlos con violencia y hermosura, pero la pelota se rigió al larguero. La ocasión tuvo el mérito de levantar el partido y a los dos equipos, que se habían producido con mediocridad. El Madrid porque trataba de atajar todos los problemas tácticos que le aquejan desde el comienzo de la temporada. En su interés por atar cabos sueltos se olvidaron de utilizar la pelota convenientemente. A la pretensión descarnada convenía bajarla el diapasón. Esa solución pasaba por un uso correcto de la pelota, pero al Madrid le faltó aseo. Perdió el balón con una frecuencia que se hacía irritante. En este dudoso capítulo, la estrella fue Amavisca, que perdió siempre. Su generoso despliegue resultó improductivo por una contumaz tendencia al error en el pase o en los controles. Algo parecido sucedió con Karembeu, activo en lo físico y desactivado en lo futbolístíco. A Seedorf también le costó encontrar la onda. Estuvo más dispuesto a llegar al área que a participar en el tejido del juego, que resultó patrimonio de Redondo, protagonista de la noche. Redondo tuvo la virtud de conocer el tipo de partido que perjudicaba al Borussia, así que realizó un formidable ejercicio de control en el medio campo. No sólo en el capítulo del juego, también en el caudillaje. Su figura se alzó con grandeza sobre un partido que no la tuvo. Hubo pugna, tensión, incertidumbre, pero el fútbol sólo encontró un protagonista: Redondo.

Las oportunidades del Borussia fueron racheadas y se generaron por errores del Madrid. Unos por la imprecisión con la pelota, otros por alguna desatención de contenido táctico. Por ejemplo, la única vez que Möller progresó desde la zona blanda madridista -a la espalda de Redondo y Seedorf y por delante de Hierro-, el asunto pudo traer consecuncias decisivas. Möller metió la directa, limpió a Hierro y cedió a Chapuisat, que dio el pase de gol. Pero a Tanko se le olvidó que las jugadas se acompañan desde atrás. El hombre corrió alegremente por delante del balón y provocó un fuera de juego decisivo en el desarrollo del encuentro.

El Borussia sólo volvió a aparecer en una jugada de, Chapuisat ante Hierro, que flaqueó en el primer tiempo. El tiro de Chapuistat salió a una cuarta del poste. No se supo más del Borussia hasta el último cuarto de hora: un tiro de Möller que desvió Illgrier con una buena mano. Dirigido por Redondo, el Madrid perdió tres ocasiones sucesivas en los últimos minutos del primer tiempo: un mano a mano de Raúl con Kloss, un cabezazo de Amavisca y un remate de Morientes.

El aspecto del encuentro fue el mismo hasta el final. El Borussia sólo encontraba la forma de generar algún daño por los errores del Madrid, que en la segunda parte fueron pocos. Por lo menos, desde el lado defensivo. Hierro comenzó a imponer su autoridad en el juego aéreo y Fernando Sanz le acompañó con una eficacia superlativa.

No había manera de que el Borussia ganara el partido, y sólo quedaba pendiente la asignatura del contragolpe madridista, anunciado y nunca bien ejecutado. Fue la única manera de prolongar el contenido emotivo de la noche, porque el partido no daba para más. El Borussia estuvo en el plan previsto, a expensas del Madrid, que dio mucha mejor pinta que los alemanes, a pesar de los viejos defectos de un equipo que vuelve a alcanzar el grial de su historia: la final de la Copa de Europa.



Auténtico recital de Redondo

SETIEN 16/04/1998

Errores. El Madrid fue cediendo terreno, terminando por defender en su área. Errores en el pase y en el control impedían que las llegadas tuvieran más profundidad. Los contraataques eran muy largos y con demasiada conducción, lo que restaba sorpresa. Raúl y Morientes tenían poca conexión entre ellos y con los centrocampistas. La línea defensiva estuvo bien coordinada, dejando en muchas ocasiones en fuera de juego a los alemanes. Sin prisas. El Borussia empezó por asegurar su portería. Sin necesidad de arriesgar demasiado le puso al Madrid en apuros. Recuperaba el balón con excesiva facilidad y cerca del área. Lo manejó sin precipitación y sin prisas. La libertad que dispuso Möller para recibir entre líneas y encarar fue el origen de los problemas para el Madrid.

Redondo. Dio un auténtico recital. Aportó continuas soluciones, ofreciéndose sin descanso. Fue el que mejor aseguró la pelota y el que más serenidad transmitió. Con el balón en su poder, siempre supo dar al partido el ritmo más adecuado a los intereses madridistas. En defensa, tuvo que multiplicarse ante las escasas ayudas del resto de centrocampistas, y recuperó infinidad de balones.

El desorden. Con la nueva disposición más agresiva del Madrid en la reanudación el Borussia perdió solvencia. Tuvo dificultades para crear. La participación de Möller se redujo al mínimo. Llegó hasta el área gracias a su empuje y alguna recuperación provocada por errores del Madrid.

Otro papel. El Madrid interpretó otro papel desde el inicio del segundo tiempo. Se agrupó para presionar. Había mayor nivel de participación y mejor criterio y seguridad en el pase. Salió bien al contraataque, pero le faltó acierto en la finalización. En defensa, realizó un buen trabajo y no pasó grandes apuros.



Agua con gas para celebrarlo

Raúl: "Nuestra obsesión se ha convertido en deseo de ganar"

MABEL GALAZ - Dortmund - 16/04/1998

No había champaña en la caseta del Madrid pero sí botellas de agua con gas que sirvieron para festejar el empate que les permitía rozar el sueño por el que han venido luchando esta temporada. Fernando Redondo, el mejor jugador ayer del Madrid, no podía contener la emoción cuando se duchaba. "Me he dado cuenta de repente de lo importante que esto era para mí. Yo no voy a estar en el Mundial y necesitaba hacer algo grande. Probablemente éste ha sido mi mejor partido de la temporada. Tenía muchas ganas de hacer algo grande y he puesto en el todo mi corazón".Cuando Redondo explicaba sus sensaciones no podía evitar otra vez que sus ojos se llenaran de lágrimas. El jugador argentino conoce estos días el sabor agridulce del fútbol. Pasarella le ignora pero el Madrid le permite rozar la gloria con una final europea. "Sé que ganar a la Juve es difícil", reflexiona Redondo, "pero creo que no es imposible. El Mónaco le ha plantado cara esta noche [por ayer] y nosotros lo vamos a hacer también dentro de un mes. Lo que tenemos que hacer ahora es preparar bien este encuentro, rearmarnos bien y pelear a fondo. La séptima Copa es posible".

Fernando Hierro se sintió ayer testigo de una generación de grandes jugadores que se marcharon del Madrid sin poder estar en una final europea. "Sí, quizá yo por ser uno de los jugadores más veteranos de la plantilla conozco de manera especial lo que significa estar en una final de la Copa de Europa. Durante 17 años ésta ha sido la obsesión del club y de muchos de los futbolistas que han pasado por él. Hoy me he acordado de todos ellos y sé que desde donde estuvieran nos habrán apoyado con todas sus fuerzas".

Christian Panucci sí sabe en cambio lo que es llegar a una final y además ganarla. Fue campeón con el Milan y espera volver a repetir la hazaña. "La verdad es que esta vez me toca ganar. Es la tercera vez que tengo el título al alcance de la mano. Gané uno, perdí otro, pero ahora me toca ganarlo otra vez". El lateral italiano tuvo un minuto para la reflexión y para hablar de las armas que necesita preparar el Real Madrid para medirse ante el Juventus. "Tenemos que rearmarnos mucho. Necesitamos organizarnos mejor. El Juventus es un gran bloque que funciona muy bien en todas sus líneas, por eso nosotros debemos estar preparados para poder contrarrestarles. Pero claro que es posible ganar al Juventus. Tenemos un gran equipo y si durante este mes nos concienciamos a fondo el título será nuestro".

El Madrid marcó dos goles pero ninguno de ellos subió al marcador. "Era gol. Lo supe en el momento en que lo marqué y luego me han dicho que por la televisión se ve claro que debía de haber valido. Son cosas que pasan aunque a veces esto es un poco desesperante". Raúl también aventuró cuando el equipo alcanzó los cuartos de final que el Madrid llegaría a Amsterdam y que él marcaría. "Sé que podemos ganar. Todos tenemos muchas ganas de quitarnos esta obsesión de encima. Sólo pensamos en la Copa de Europa y precisamente esa obsesión que tenemos se va a convertir en deseo de ganar. La Juve ya es campeona y por eso no tendrá tanta hambre de triunfo como la que vamos a tener nosotros ese día".

Morientes, con su temple habitual, confesó que en ningún momento temió que el partido se les fuera de las manos. "El equipo ha jugado muy serio. Hemos estado muy concentrados durante todo el desarrollo, incluso hemos tenido cuatro o cinco ocasiones para marcar y ellos apenas han creado peligro. Por eso nos vimos en la final casi desde el principio".

Los jugadores del Madrid tardaron más de lo habitual en abandonar el vestuario. Muchos de ellos lo hicieron con su camiseta bajo el brazo. Todos querían guardar este recuerdo como el de una gran noche. Fernando Sanz llevaba la suya toda llena de barro para entregársela a su hija, que está previsto que nazca hoy. "Este partido se lo dedico a mi mujer y a mi hija y esta camiseta quiero colocársela en la cuna en cuanto llegue a este mundo". Sanz salvó una nueva révalida en su carrera luchando esta vez con otro enemigo, su estómago. Fernando se pasó las horas previas al partido vomitando sin parar. El dice que cogió frío, alguien piensa que los nervios le pudieron hacer mella. El futbolista intentó ocultar todo lo que pudo su dolencia. No quería que nadie ni nada le amargara esta oportunidad de rozar la gloria.

Mijatovic no jugó pero sufrió más que nadie. "Estoy agotado, más cansado que si hubiera jugado los 90 minutos. He gritado, me he levantado, he hecho todo lo posible para ayudar a mi equipo desde la tribuna. Estoy muy orgulloso de mis compañeros. Ellos han hecho posible que nuestro sueño esté al alcance de la mano. Ahora pienso sólo en la final. En el vestuario todos hemos cantado campeones, campeones, la séptima Copa la vamos a ganar. Y no creo que sea un tópico. Puede ser una realidad".
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